El Grial, el símbolo y su interpretación

Santo Grial, Catedral de Valencia.

 

El Grial

El término graaus (graal en forma de complemento) proviene de la lengua de oíl1. Su correspondiente latino gradalis indica un gran plato hondo, una especie de bandeja, presente en las mesas medievales. Otros opinan que el origen es el término latino gradale (síntesis de crater, especie de vaso ancho, y vas garale, recipiente donde se servia la salsa latina garum).

La leyenda medieval, en su fase final, habla por tanto de un vaso o plato místico que aparece en los libros de caballerías y se supone que sirvió para la institución de la eucaristía. En ese vaso José de Arimatea recogió la sangre que brotaba de las heridas de Cristo en la cruz. Pero, como veremos, la interpretación eucarística no está clara desde el nacimiento de la leyenda sino que se fragua posteriormente.

Hemos dicho que la leyenda del Grial nace en la Edad Media, en particular bajo el marco de las novelas de caballerías. Sí, esas historias donde un caballero realiza una gran empresa en medio de mil dificultades, donde rescata princesas o mata un dragón y termina dueño de una ínsula. Pero la cosa no es tan sencilla. Los destinatarios de estas obras son, generalmente, caballeros que encuentra en esas lecturas no sólo diversión sino también instrucción.

Para el caballero esas obras son una especie de ética, y en la literatura épica encuentra los modelos para su oficio. Pero, claro, los dragones y los ogros no existen, entonces, ¿qué iban a aprender ahí?

En general, estos libros se pueden dividir en dos categorías. Una sería la épico-religiosa donde se ofrecen las hazañas de héroes como Carlomagno o Roldán, es decir, la gesta por la fe, las cruzadas. Otra categoría, la alegórica-romántica, sería la de héroes como Arturo y Lancelot, por tanto, la aventura romántica y también mística. Y es en esta segunda categoría donde nace la leyenda que nos ocupa.

Acerca del Grial la Edad Media recoge varias leyendas que se entrelazan. Los primeros datos literarios del Grial son del siglo XII y nos los ofrecen Chrétien de Troyes y Robert de Borron.

Chrétien de Troyes escribió Perceval, ou le Conte du Graal (anterior a1190). En la obra, el Grial es una copa acompañada de una lanza ensangrentada. Pero no deja claro qué significa, aunque está claro que por medio de la copa cierto rey enfermo recupera la salud. La obra quedó inconclusa, y el hecho movió a otros escritores a crear el ciclo a partir de esta novela. Entre 1180-1200 aparece el Roman de l’historie du Graal de Robert de Borron. Aquí el protagonista es José de Arimatea.

Un siglo después, un monje cisterciense (o un personaje afín al císter) en un texto alegórico novelesco, la Queste dal Graal, ofrece de él una alegoría propiamente eucarística: el Grial sería la copa que usó Cristo en la última cena y que José de Arimatea guardó. La lanza sería el arma de Longinos2. Y así se consolida la leyenda con la única lectura en sentido místico-cristiano.

La leyenda del Grial se extendió por toda Europa. Entre los siglos XIII y XIV aparecieron versiones alemanas, islandesas, castellanas, italianas.

Otra línea de la leyenda la ofrece la obra poética de Wolfram von Eschenbach, Parzival (1210). Habla de un libro (también hablan de él Cretien y Robert) que le ofrece la “verdadera historia del Grial”. Es el que da referencias templarias y sarracenas. Con frecuencia se ha presentado el Parzival como un producto de las cruzadas y de las relaciones entre Cristiandad y Oriente aunque no abandona el aspecto céltico.

El símbolo

Esto es lo que nos dice la literatura sobre la leyenda del Grial. Ya sabemos que las referencias eucarísticas se consolidan en la obra del anónimo monje cisterciense y esta interpretación se hace, en cierta manera, oficial. No hay que olvidar que el hombre medieval es consciente de que Dios se ha revelado en dos libros: La Biblia y el Libro del Mundo. Éste último se recoge en los símbolos de tantos Bestiarios3 y Lapidarios4 como en los pórticos, capiteles y vidrieras de las catedrales. En el universo medieval hasta el más insignificante de los seres se refiere al Creador. El Grial es, por tanto, un símbolo más, indicio y testimonio de la presencia de Dios. Pero, ¿qué significa el Grial? Unos dicen que nada, y así infravaloran los símbolos o los degradan a un nivel de evasión fantástica. Otros, por el contrario, pretender ver en cada gesto y en cada palabra una verdad que traducir. No compartimos ninguna de las dos posturas y creemos, con el adagio, que in medio est virtus. El Grial, tal como lo tratan los libros de caballería es un símbolo. Antes de ver qué simboliza el Grial en la Edad Media veamos qué interpretaciones se han dado de él en el siglo XX.

Interpretaciones

Algunos como Jessie Weston (en dos libros de 1909 y 1920) explican el mito del Grial como un ritual de fertilidad agraria, cercano a los ciclos de Atis y Adonis. Otros lo traducen con teorías esotéricas. No falta la versión psicoanalista, a lo Freud, cuya interpretación respondería mejor al símbolo de una cloaca.

Para otros la leyenda sería de origen céltica y se iría cristianizando progresivamente. Por tanto, un Grial de origen popular Bretón-Galés sobre el que se habría inserido la influencia de la inculturación cristiana.

Helene Adolf relaciona el símbolo con un evento histórico importante para Occidente: la caída de Jerusalén y la consecuente pérdida del ideal cruzado. El Grial, como custodia del verdadero cuerpo del Cristo eucarístico sería como un sucedáneo ideológico ofrecido a la caballería europea frustrada por no haber podido custodiar el sepulcro de Cristo.

Otto Rahn hace de él una derivación de las doctrinas cátaras. El Grial sería un paladión5 del catarismo. Y además, identificó el Monsalvato de Wolfram con la roca de Montségur (Pirineos), el último refugio de la resistencia cátara. Rahn retiene la posible existencia real de la reliquia. (En este artículo nos referimos al Grial como símbolo. No nos preguntamos por su existencia real, ni si sea o no la reliquia de Valencia o Génova.)

La mayoría de las tesis expuestas anteriormente no parecen convencer. Son, en muchos casos, interpretaciones reductivas y tendenciosas. Al fin de cuentas inmanentes y subjetivas. Es cierto que a los símbolos, por su naturaleza, se le pueden aplicar varios significados. Pero hay que tener en cuenta, para interpretarlos, el pensamiento medieval y las fuentes que usan los escritores. Es lo que intentaremos hacer a continuación.

La interpretación: respuesta a una tendencia

Uno de los dos autores que nos ofrecen los primeros datos literarios es, como hemos visto, Chrétien de Troyes. ¿De dónde recabó el material para componer el Perceval? El autor no inventa sino que transcribe un material arquetípico. ¿Cuál es el material mitológico-legendario precedente? La novela del Grial se enmarca en el ciclo artúrico y esta constatación nos llama a la tradición céltica y germánica. Para estas tradiciones la sangre es un símbolo que da vida, juventud, salud; pensemos en la “Fuente de la Juventud” y en el “Agua Viva”. Bajo esta luz el mito del Grial no es más que la búsqueda de un estado primordial, perdido: la inmortalidad. Y en este sentido sí que se podría hacer una relación con la eucaristía porque ella le da al cristiano la salud del alma, prenda de la inmortalidad futura, algo que no se alcanza en este mundo. El Grial no es algo aislado. Siempre aparece como fin de una aventura y siempre hay alguien -el caballero- que va en su busca. Hay que hacer un viaje (la peregrinación, la cruzada) cuyo término será una muerte física, o por lo menos, ritual. Y ese es el sentido del rito iniciático del ingreso a la caballería: muerte a la vida anterior, generalmente una vida de pecado que el caballero está dispuesto a purgar. Por eso su misión comienza con la penitencia o con la Cruzada en Tierra Santa o España.

Y es la idea del viaje la que nos introduce en lo que, en mi opinión, es la más auténtica y genuina interpretación, si atendemos a la fuente literaria como hemos hecho.

El Grial es símbolo de un viaje y de una búsqueda. La búsqueda del Grial es la empresa de los que buscan lo trascendente, el infinito, la inmortalidad, a Dios. Si en el Grial se ha recogido la sangre de Cristo, y la sangre es símbolo de inmortalidad, encontrarlo y beber de él dará la vida eterna. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. (Jn 6, 54). De esta forma, como hace ver Attilio Mordini, el mito del Grial es uno de los ejemplos más altos de cómo el cristianismo ha constituido objetivamente el cumplimiento de las doctrinas espirituales precristianas y extracristianas.

El símbolo del Grial encierra tres elementos: el sujeto de la búsqueda (el caballero), el objeto de la búsqueda (el Grial, en este caso) y el camino (trayectoria, aventura). Pienso que este es el sentido más original de la queste, es decir, la búsqueda. El caballero es el hombre que tiene sed de inmortalidad y que a través de una empresa difícil la alcanza. El camino será peligroso, hay mucho que recorrer y hay que enfrentarse a muchos enemigos: animales monstruosos, dragones, gigantes, antagonistas… Pero al final del viaje, la victoria está garantizada, Dios es el único garante. El Grial, como símbolo, no es más que la inquietud de todo hombre, el de ayer y el de hoy: el anhelo de trascendencia6.

* * * * * * * * * * * * * * * *

1 – Lengua hablada antiguamente en Francia al norte del Loira.

2 – Nombre que se da al centurión que atravesó el costado de Cristo con la lanza.

3 – En la literatura medieval: colección de relatos, descripciones e imágenes de animales reales o fantásticos.

4 – Idem. pero relativo a las piedras preciosas.

5 – Objeto en que estriba o se cree que consiste la defensa y seguridad de algo.

6 – La fuente principal usada para la redacción de este artículo: Cardini Franco, GUERRE DI PRIMAVERA, Studio sulla cavalleria e la tradizione cavalleresca, Le Lettere, Firenze, 1992.

El sol, mirad, declina (Sol, ecce, lentus occidens)

 

El nuevo breviario latino recoge un himno de vísperas de reciente composición: sol, ecce, lentus occidens. Escrito en dímetro yámbico, es una hermosa oración para rezar al final del día. Al caer la tarde, el alma, contempla cómo el sol muere y aprovecha este momento para pedirle a Dios, sol sin ocaso, que le asista.

Ofrezco mi traducción de este himno en liras:

 

El sol, mirad, declina

y deja, triste, el monte y la ladera.

La mar ya no ilumina.

Mas un augurio impera:

vendrá de nuevo el alba mañanera.

 

Se asombran los mortales,

Creador propicio y Padre providente,

rector de ciclos tales,

la ley que el alma siente:

que sombra y luz se turnan sabiamente.

 

Y mientras nos alcanzan

la atmósfera callada y noche oscura,

las fuerzas, ved, nos faltan

y el cuerpo busca cura,

soltar con calma toda ligadura.

 

Con fe, con certidumbre,

ricos de Ti, por Ti nos alegremos,

oh Verbo, con tu lumbre,

de quien por fe sabemos

que eres fulgor del Padre en quien creemos

 

y el orto desconoce.

Y es Sol también que ignora el despedirse.

La tierra lo conoce

y anhela de Él cubrirse,

con Él el cielo eterno confundirse.

 

Que de tu luz serena

podamos, pues, gozar. Y finalmente,

con el Hijo –y sin pena-,

cantar perpetuamente

el himno del Espíritu clemente. Amén.

FRAY JERÓNIMO EL ARTISTA (Leyenda popular italiana)

Retrato de Fray Angélico


Cuando el prior entró en la capilla, Fray Jerónimo estaba pintando el asombro de una Virgen arrodillada ante un ángel de luz.

«Hermosa Anunciación», dijo el prior. Fray Jerónimo dejó los pinceles y se volvió hacia su superior que aún hablaba: «cuando termine su jornada de pintura venga a mi celda, tengo algo que decirle».

Esa misma tarde Fray Jerónimo habló con el prior. El tema era el arte de nuestro fraile, un arte de tal belleza que su fama había saltado los muros del monasterio.

«Doña Leonor quiere que pintéis un retrato de su hijo Alfonsín», dijo el prior.

A nuestro fraile la cosa no le gustó mucho, aquello suponía abandonar la quietud de la celda. Era algo que desdecía de su vida contemplativa. Sin embargo, el prior había reflexionado y orado largo tiempo, y había concluido que el talento de fray Jerónimo era un signo de Dios. ¿Por qué no hacer la misma obra de evangelización fuera del convento? La obediencia llevó al fraile a subir, la semana siguiente, en el lujoso coche que envió Doña Leonor. «Dios sabe qué hace», se decía el fraile. Así fue cómo los pinceles de Fray Jerónimo salieron del convento.

Viajaba en el cómodo coche tirado por dos caballos y miraba por la ventanilla, con nostalgia, el suelo por el que deseaba estar caminando. Muchos viajes hizo el fraile del convento a la ciudad. Muchas y diversas calles recorrió por aquel tiempo. Porque después de Doña Leonor, le contrató Doña Casilda; y más tarde, el conde de Villarrincón; y después, muchos nobles más. Así que desde el coche a Fray Jerónimo se le pintaban en los ojos las calles de la ciudad. Percibió calles de luz colorada y calles de penumbra (lo que la gente común suele llamar barrios ricos y barrios pobres). Y en estos últimos barrios su sensibilidad descubrió ancianos olvidados, niños sin escuelas, gente sin iglesia y enfermos sin cuidados.

Un día decidió cobrar por sus obras. Hasta ese momento sólo había recibido la voluntad de los que le encargaban los cuadros. Se hizo pagar bien, para algunos, demasiado bien. Porque además amenazó con romper la obra si no se le pagaba la suma que pedía. Las demandas no bajaron, todos estaban dispuestos a pagar lo que fuera con tal de tener la firma del famoso fraile en sus casas, capillas o palacios.

El tiempo le trajo dinero, pero también enemigos. «¡Válgame el cielo! ¿Has visto cómo se hace pagar?» «Ese fraile anda ya gordo de dinero, menuda pobreza». «¿Qué hará con lo que saca? ¡Menudas comilonas se pegará!» La ciudad se llenó de rumores. A Fray Jerónimo le dolía aquello, pero le quitó importancia. Sabía que eso era la consecuencia evangélica del «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha». Porque nadie sabía (¿por qué lo tendrían que saber?) que el barrio de San Julían por fin tenía capilla. Doña Clotilde, enferma en cama desde hacía meses, tenía quien la cuidase. Una escuela se levantó en el barrio de San Martín. Y muchos necesitados recibían gratis medicinas de la nueva botica.

Cuando el fraile murió, “la gente” lo siguió criticando por algún tiempo. Pero para los beneficiados y para Dios Fray Jerónimo siempre fue y será un santo.

«Hombre, Fray Jerónimo, necesito de tu arte para decorar esta galería del cielo», le dijo Dios con cariño cuando le abrazaba en su bienvenida.

«Claro, Señor, pero ¿cuánto me podrás pagar? Es que aún tengo asuntos que resolver allá abajo». Y Dios y el fraile sonreían.

El soldado moribundo

Escultura de la parroquia Cristo, Rey de la Paz. CDMX

Este que ves tendido en la llanura,

tenaz soldado en vida y en la muerte,

tiene el aliento herido, el pecho inerte:

sufre del plomo atroz la mordedura.

 

Combate aún frente a la sepultura:

mano en tensión, aferra el brazo fuerte,

el ojo que se apaga anhela verte,

sentir la bendición de tu dulzura.

 

En la paz y en la guerra, Tú a mi lado,

bendito Capitán, remedio santo

para el mortal cadete desahuciado.

 

Yo que de polvo soy, de miedo y llanto,

no temeré el futuro ni el pasado

si espero la mortaja de tu manto.

La poda – poema comentado

olivoLA PODA

(Comentario)

Contexto: El domingo de ramos los hebreos cortaron ramos de olivo y palmas para recibir a Jesús que entraba triunfante en Jerusalén. El alma también corta sus ramos. En Getsemaní, el Jueves Santo por la noche, Jesús también sufre una poda dolorosa en su alma.

 

Para podar los olivos

tengo el alma preparada.

Corta los ramos que quieras,

Hortelano de las almas.

El alma dice que está preparada para que el hortelano –Dios- corte ramas en su árbol, para que pode lo necesario en su alma. Dios corta ramas en nuestra alma con sus silencios y sus pruebas. Nos quita los pecados y la superficialidad.

 

-¿Qué harás con los ramos verdes,

alma, que llevas tal carga?

-Alfombras de plata viva

tejeré para el que pasa. 

Con nuestras renuncias y sacrificios, con nuestra cruz, nuestra carga, tejemos una alfombra viva para que pase Jesús a nuestro corazón. Como los hebreos que hacían una alfombra con ramos de olivo y palmas para que pasara Jesús el domingo de Ramos.

 

En Getsemaní los cortan,

del huerto de la plegaria.

Con tristeza era la poda,

con gozo los haces cargan.

La poda es triste y dolorosa, pero es un paso necesario para experimentar el gozo de la Resurrección, de la gloria, del cielo. Cristo también sufrió con tristeza de muerte su cruz pero luego resucitó y ahí nace el origen de nuestro gozo.

 

Y los olivos callados

en las hojas dibujaban

lunas cargadas de espera,

lágrimas para mañana.

Los olivos de Getsemaní, callados, contemplan cómo Jesús padece su primera agonía. La luna llena se refleja en sus hojas, como Dios debe reflejarse en nuestras almas siempre. Los olivos esperan el drama de Jesús. Llorarán con él mañana.

 

-¿Qué harás con los ramos verdes,

alma, que llevas tal carga?

-Estandartes de victoria

batiré ante el Rey que pasa.

Con mis renuncias y sacrificios aclamo y grito que amo a Dios sobre todas las cosas. De este modo le digo que es el Rey de mi alma.

 

Pasa por la puerta plena,

mañana estará cerrada.

Y los olivos del huerto

serán testigos del drama.

Ahora Cristo pasa por una puerta abierta, la puerta de Jerusalén cuando todos le aclaman como rey. Pero mañana esa puerta estará cerrada y lo sacarán de la ciudad para crucificarlo. Los olivos serán testigos de este drama porque sus ramos le acompañaron a Jerusalén cuando fue aclamado rey. También Cristo ha pasado por la puerta abierta de mi corazón, pero también reconozco que en mi vida ha habido veces en que le he cerrado la puerta a Cristo.

 

Drama del Tronco que brota

en el huerto de las almas.

Drama del Tronco que talan

los que viven de Su savia. 

Este es el drama del Dios que quiere habitar en nuestros corazones pero no siempre le recibimos. Con nuestros pecados hemos talado el Tronco, hemos dañado a Jesús y hemos sacado a Dios de nuestra alma y eso que nosotros vivimos por Él, Él es el único que vivifica nuestra alma.

 

-¿Qué harás con los ramos secos,

alma, que llevas tal carga?

-Llorar la culpa que tengo

en la tala de tal Rama. 

Por eso lloro la culpa que tengo en la muerte de Cristo en la cruz.

 

Para podar los olivos

tengo el alma preparada.

Corta los ramos que quieras,

Hortelano de las almas.

La poda

olivo

LA PODA

Para podar los olivos
tengo el alma preparada.
Corta los ramos que quieras,
Hortelano de las almas.

-¿Qué harás con los ramos verdes,
alma, que llevas tal carga?
-Alfombras de plata viva
tejeré para el que pasa.

En Getsemaní los cortan,
del huerto de la plegaria.
Con tristeza era la poda,
con gozo los haces cargan.

Y los olivos callados
en las hojas dibujaban
lunas cargadas de espera,
lágrimas para mañana.

-¿Qué harás con los ramos verdes,
alma, que llevas tal carga?
-Estandartes de victoria
batiré ante el Rey que pasa.

Pasa por la puerta plena,
mañana estará cerrada.
Y los olivos del huerto
serán testigos del drama.

Drama del Tronco que brota
en el huerto de las almas.
Drama del Tronco que talan
los que viven de Su savia.

-¿Qué harás con los ramos secos,
alma, que llevas tal carga?
-Llorar la culpa que tengo
en la tala de tal Rama.

Para podar los olivos
tengo el alma preparada.
Corta los ramos que quieras,
Hortelano de las almas.

Poema del libro «Venid, almas, a mi huerto» de Fco. Javier Carrión.

El cuarto mago

Detalle de una pintura de Edward Burne Jones
La estrella de Belén de Edward Burne Jones. Detalle.

(Romance navideño. Fantasía lorquiana)

La estrella vino al portal
con su manto de alabastro.
El mago la mira mira,
el mago la está mirando.
En el cielo oscurecido
hay una estela y un barco
que al mago de oriente muestra
el camino hacia el establo.
Corre estrella, blanca almendra,
hacia el Señor de los astros,
que, por ver la luz nacer,
dejo el oriente lejano.
Mas no llevo oro ni mirra
como tienen mis hermanos,
que en mi país no hay resinas
ni metales apreciados.
Dame un hilo de tu traje
para hacerle un buen regalo,
que mejor don no tendré
sino el tejido en lo alto.
Y la estrella de su cola
un blanco hilo ha cortado,
hebra de plata y de pluma,
para gozo del rey mago:
Puesto que nace la Luz,
dale la luz que me ha dado.

Llega el oro y el incienso
al establo del poblado.
La mirra también cabalga
con su pompa y con su ornato.
Dentro del portal el Niño
tiene los ojos cerrados.

Por la llanura venía,
llama y fuego, el cuarto mago.
Con el rostro reluciente
y la luz en su regazo.
Dentro de la cueva oscura
la flor abre de sus manos:
y el Verbo que está en la carne
ha abierto los ojos claros.

Para calentar el mundo,
lumbre de Dios entre humanos.

Navidad 2013

Al estilo de Jesús

¿Qué es la vida consagrada? Para responder a esta pregunta echemos un vistazo al pasado, unos dos mil años atrás, y detengámonos en los caminos de Palestina. Pues la respuesta está en un hombre que ha nacido en Belén, ha vivido treinta años oculto en Nazaret y ahora lleva tres años predicando la Palabra de Dios y viviendo una vida de entrega y apostolado.

Jesús, Dios y hombre, nos maravilla con un nuevo estilo de vida. Una vida entregada a la voluntad del Padre, que hace presente el cielo en la tierra, que nos anuncia un reino que ya está entre nosotros. Jesús vivió para el Padre. Al Padre dedicaba las primeras y las últimas horas de su jornada. Por el Padre recorría los caminos de Palestina, curaba a los enfermos, anunciaba el mensaje de la caridad, se preocupaba por todas sus ovejas. Porque el Padre se lo pedía apuró el cáliz hasta las últimas consecuencias y así entregó su vida voluntariamente en la cruz. Y a esta vida de obediencia hay que añadir la pobreza voluntaria, pensemos en su humilde nacimiento, y la castidad, por la que amó a todos los hombre en el Padre.

Ese es el estilo de vida de Cristo. Un tipo de vida que no se reservó para sí sino que quiso compartirlo con los hombres a los que venía a salvar. Por eso, Jesús, durante su vida terrena, eligió a un grupo amplio de hombres que fueron sus discípulos. Y entre todos los discípulos que le siguieron, le siguen y le seguirán hay hombres con los que ha querido tener una relación especial, una relación de intimidad, de imitación de su misma forma de vida.

Estos son los consagrados, los que siguen a Jesús profesando la pobreza, la castidad y la obediencia -los llamados consejos evangélicos- en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia, que no es otra cosa que vivir como Cristo vivió, al estilo de Jesús.

La vida consagrada tiene su raíz en el Bautismo. Son los bautizados, ya discípulos del Señor, los que reciben el llamado a la intimidad, a la total entrega a Dios. Con su estilo de vida, el de Jesús, ellos dicen a los hombres que el cielo existe, que no olviden lo esencial, lo que no pasa, que en medio del tiempo trabajen para la eternidad, que se afanen por atesorar riquezas en el cielo donde la polilla no hace estragos. De esta manera significan y anuncian en la Iglesia la gloria del mundo futuro.

El umbral

Atravesar la puerta de la fe, no es cosa de un solo paso, es, más bien, un camino que dura toda la vida

pórtico de la caridad. Sagrada Familia
Pórtico de la Caridad. Sagrada Familia.

Pablo y Bernabé, inspirados por el Espíritu Santo, emprendieron un viaje con el fin de propagar la fe por tierras de Asia. Fue el primer viaje de San Pablo. El punto de partida fue Antioquía. Allí se clavó la punta de su compás y fueron trazando las rutas de su mapa: Seleucia, Chipre, Pafos, Perge, Iconio, Listra, Derbe. Llenaban su tiempo predicando y obrando milagros. Entre los oyentes, algunos se convertían, otros no. Cuando regresaron a Antioquía, reunieron la iglesia y contaron cuanto había hecho Dios con ellos y cómo habían abierto a los gentiles la puerta de la fe (Hch 14,27).

De este pasaje de los Hechos, Benedicto XVI recogió una imagen clara, sencilla y familiar para hablarnos de la fe. La fe es como una puerta, nos dice el Papa. Porta fidei, «la puerta de la fe», es el título que corona la carta apostólica con la que se nos convoca a acercarnos a una puerta singular, a cruzar el umbral de la fe. Comentemos brevemente los primeros párrafos.

Juan Pablo II nos había invitado a cruzar el umbral de la esperanza. Benedicto XVI nos recordó que hemos sido salvados en la esperanza. Más tarde nos habló de la caridad y hoy lo hace de la fe.

Imagen familiar. Todos hemos cruzado una puerta. La puerta siempre nos introduce, incluso si salimos de la vivienda, en ese caso nos introduce a la calle, o al jardín. Por la puerta pasamos de un espacio a otro, cruzar es cambiar de lugar, renovar los contextos en los que nos movemos. Si está usted en la cocina haciendo la comida, basta con que cruce una puerta para llegar al salón. Allí podrá sentarse en el sillón y ver un rato el televisor. Y así, gracias a una puerta, ha pasado del trabajo al descanso.

Pero también hemos pasado de la incredulidad a la creencia, de vivir sin Dios a gozar de la comunión con Él. Esta puerta nos introduce en la vida en Dios y en su Iglesia.

Tome el lector un lápiz y trace dos líneas paralelas verticales algo separadas, después una estas dos líneas por la parte superior con una línea horizontal. Ya tenemos el dintel y las jambas de nuestra puerta. Sobre el dintel escriba la palabra «fe» y si quiere, a modo de rótulo incluya «Hch 14, 27». He aquí una imagen de la puerta que seguiremos contemplando.

Tenemos también la experiencia de estar leyendo cómodamente en una habitación cuando oímos una voz que nos habla. A lo mejor algún miembro de la familia nos llama para que le hagamos un favor o simplemente porque quiere decirnos algo. Siguiendo su voz, dejamos la lectura y nos introducimos en otra estancia de la casa –a través de otra puerta, claro- para encontrarnos con la persona que nos convoca.

La puerta de la fe se cruza cuando oímos la Palabra de Dios, anunciada por los pastores, y el corazón la acepta y se deja transformar por ella y emprende así el camino de la fe. Por eso dibujaremos una Biblia abierta y la pondremos con cuidado y reverencia sobre el umbral de nuestro dibujo.

Sin embargo, atravesar la puerta de la fe, no es cosa de un solo paso, es, más bien, un camino que dura toda la vida. Es como si esta puerta no fuera más que el marco de un largo pasillo cuya longitud son los días de nuestra vida. Por eso tendrá usted que coger de nuevo el lápiz y dibujar cuatro líneas que, desde cada esquina de la puerta, converjan hacia el interior del vano donde repetiremos el dibujo de la puerta –dos líneas paralelas verticales y una horizontal uniendo las verticales- esta vez más pequeño, con lo que vislumbraremos el final de nuestro camino. El inicio del camino de la fe empieza con las aguas del bautismo. Es un fecundo rocío que nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia. La meta, el destino o fin es el encuentro con el Dios con el que ya hemos entrado en comunión, lo cual sucede cuando, en virtud de la resurrección de Cristo, hayamos resucitado también nosotros: es el gozo de la resurrección. Dibuje pues el lector dentro de la segunda puerta las palabras: comunión, gozo, resurrección.

Mientras cruza la puerta de la fe, que se ha vuelto pasillo, ha sentido la firmeza del suelo que pisa y el sostén de las paredes laterales. Ese cimiento y columna es la Iglesia que le lleva desde las aguas del bautismo hasta Dios. Ella proclama la Palabra con la que creemos, nos inicia en la vida de fe con los sacramentos, nos guía, nos sostiene, nos levanta si hemos caído. Nos enseña también y nos corrige si es necesario. Todo para que no erremos el camino que conduce al encuentro con Dios. Un pequeño baptisterio sobre la Biblia y la palabra iglesia rotulando el suelo, paredes y techo completarán nuestro dibujo.

Nos encontramos en el umbral. El 11 de octubre de este año empezará el año de la fe que concluirá el 24 de noviembre del 2013 con la fiesta de Cristo Rey. Ya falta poco. Usted que camina por las calles del mundo y que pasa por delante de tantas puertas, deténgase ante esta  puerta singular, pise su umbral. Unos lo cruzarán, otros no, como ocurría ya en tiempos de San Pablo. Pero nosotros, no perdamos la fe ni la esperanza. Entremos.