Me postro ante la tarde. Abrazo el sino
de este ponerse el sol. Yo que no acierto
a desvelar la meta del camino
ni a conducir las velas a su puerto.
En este ocaso lento, inevitable,
no sé juntar los días que has talado
-del árbol de mi vida por ti amable-
para encender la llama que he soñado.
Dame un arder creciente y venturoso
nacido del calor de la mañana
y una tierra fecunda, un generoso
abrazo matinal de un alma hermana.
Postrado ante la tarde anhelo el sueño
y sueño paz, quietud sorprendo al alba.
Tu sabia voluntad ya no desdeño,
bendigo la promesa que me salva.