El ave traza un círculo sobre la mar despierta.
Es hora de pescar; está la mar inquieta
y el pez incauto nada muy cerca de la orilla
donde buscando están las aves su comida.
Y de repente ocurre. Se lanza como un rayo,
rápida, fiel, certera: sobre la presa el hado
del ave pescadora, pelícano de sal,
saeta que penetra sobre la piel del mar.
Se hunde (el agua hierve). Con el laurel regresa
hasta la superficie y en su bolsa almacena,
bajo su pico largo, (botín de pez dormido,
caza de mar nervioso) su pan, su sol, su brío.